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jueves, 6 de mayo de 2010

· Sevilla sitio distinto

Desde luego lo de esta ciudad “de mis amores” no tiene remedio.
Este viernes pasado me dirigía, después del trabajo, al Aljarafe donde vivo. Resignado a que el trafico a las 21:30h suele ser bastante denso de por sí, y más si le tenemos en cuenta que tengo que atravesar por la Avda. Juan Pablo II, que en estas fechas se encuentra cargadita ultimando el montaje de la Feria de Abril. Pues antes de llegar al puente de las delicias, incluso antes de atravesar por la Palmera, sobre la hora indicada, me encuentro una retención del quince, originada porque en ese momento pasaba un “barquito”, o seaaa...., un yate, de los del palo largo, que vienen al club náutico a pasar la feria, en plan Jet-Sete-Gibernau.
¿No tendrá mejor hora de pasar que esta…el tío? Había ambulancias con las sirenas de emergencia que tuvieron que parase y esperar hasta que pasó el Gashó.
Nadie se quejo. La ciudadanía esperó borregilmente, la ceremonia del pase del barquero.
Señores del control portuario, acceso al paso del puente levadizo. Control de horas para que no se vean perjudicados un monton de criaturas, por un tipo con yate que va a su disfrute, sin importarle una gónada el atasco provocado a ciudadanos trabajadores.
Esto sólo pasa en Sevilla, una ciudad tercer-mundista en muchos aspectos, la conciencia ciudadana entre ellos; y a medida que se acerca el verano, más tercermundista se vuelve.

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