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domingo, 24 de abril de 2011

· Sobre lo divino, lo humano... ,y lo tramontano

La humanidad lleva adorando a becerros de oro desde que existe. Se suceden épocas del florecimiento de la dimensión humana, con épocas de oscuridad. Mejor dicho: vivimos en constante oscuridad con escasos destellos de luz de los que nos hacen partícipes algunas personas excepcionales.
Nos enzarzábamos ayer en cuestiones bizantinas sobre asuntos intrascendentes como el sexo de los ángeles, o la conveniencia de emplear representaciones antropomórficas, como objetos de culto; hoy en saber y polemizar sobre detalles intrascendentes del equipo de “furtbol” de turno. No hemos aprehendido nada.
El amor nos hará libres; y su liberación viene de la mano de la humildad, la entrega, el sufrimiento que esta conlleva el diluirse y volcarse en el otro.

En relación a esto y a otras cuestiones humanas -y vaya por delante que no soy papista ni creyente a pies juntillas- , me ha llamado la atención, por el calado que estas tienen, las palabras de Ratzinger, Benedicto XVI, el Papa o como cada cual le quiera llamar, en su homilía del domingo de resurrección, y que me parecen de una inteligencia que va mas allá del mensaje como jefe de la iglesia, y que son a mi modo de ver, las de un verdadero humanista que razona sobre el papel singular que desempeña el Hombre en la evolución. Sin duda es unos de los pontífices con la cabeza mejor amueblada de la historia:

“Nos encontramos aquí frente a la alternativa última que está en juego entre fe e incredulidad: ¿Es la irracionalidad, la falta de libertad y la casualidad el principio de todo o el principio del ser es más bien razón, libertad, amor?”, se cuestionó. El Pontífice aseguró que en el origen del universo están la libertad y la razón; y consideró que los seres humanos no se han formado por casualidad sino que fueron queridos por Dios. “Si el hombre fuese un producto casual de la evolución  en algún lugar al margen del universo, su vida estaría privada de sentido o sería incluso una molestia de la naturaleza. Pero no es así: la razón estaba en el principio, la razón creadora, divina”, dijo. El Papa explicó que esa razón creadora también dio origen a la libertad y cómo de ella se puede hacer un uso inadecuado. Según el Pontífice, una “gruesa línea oscura” se extiende a través de la estructura del universo, se trata del mal que es una contradicción, pero no cambia el origen bueno de todas las cosas. “Por eso el mundo puede ser salvado. Podemos y debemos ponernos de parte de la razón, de la libertad y del amor; de parte de Dios que nos ama tanto que ha sufrido por nosotros, para que de su muerte surgiera vida nueva”.