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miércoles, 5 de mayo de 2010

· Flaquean las fuerzas

A veces es duro continuar. Conseguir tener el impulso suficiente cada mañana para enfrentarse con la aventura de vivir. A veces crees que no vas a poder con todo, y a veces te sientes completamente vacío. No sé si será el caso, pero la maldita rutina hace que uno se deslice hacia abajo empujado por la abulia y engrasado por la monotonía.
La paradoja de la vida hace que lo que por un lado nos da estabilidad, que es el trabajo cotidiano y los hábitos diarios, por otro lado es lo que corrompe nuestro impulso vital; la mecanización de las tareas diarias, repetidas una y otra vez hasta el infinito, es la que mata muchas veces el ingenio, la chispa, la limpieza mental que nos permite analizar los acontecimientos vitales.

Luego están las malas rachas. Esas no duran un día. En mi caso se han alargado hasta la desesperación, y te puedo decir que el asidero religioso no ha sido suficiente. No entiendes la arbitrariedad del reparto de cargas en el Mundo. Buscas argumentos que con el paso del tiempo se agotan, o se caen estrepitosamente por el peso de la realidad. No hay nada…Naaaada que alivie esa pena. Maldices lo divino y lo humano, y te quieres morir.
Una vez pasada (la racha de turno), ves que los nubarrones siguen allí al fondo, y que en cualquier momento se pueden volver a colocar encima y descargar su ira de nuevo sobre tí.


Tú has conseguido sacar de ese día de gráfica plana, ligeramente descendente, algo hermoso.
La capacidad de retorcer la rutina hasta darle la vuelta y mirar más allá, es el músculo que nos debemos proponer entrenar día a día...hasta la próxima racha.

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