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jueves, 6 de mayo de 2010

· Conciencia en la memoria

Ante una tragedia tipo 11M, nos escandalizamos todos en una burbuja de indignación que se desvanece en el instante en que otro escarnio público o escándalo x, toma el relevo urgente en la palestra de la “opinión” pública.
Luego además resulta que no nos quejamos seriamente, y si lo hacemos, entonces nos cuelgan la etiqueta de “los del cabreo permanente”. Ahora eso sí, si nuestro equipo de futbol pierde o gana, los demás se van a enterar.
Desgraciadamente vivimos en una coyuntura social (la de los urbanitas-taquicárdicos), que no da tregua para detenerse en el arcén y reflexionar tranquila y sosegadamente sobre la raíz torcida de la mala hierba.
Me gustaría adoptar una actitud serena, como hacen en algunos pueblos del África-materna, donde la gente sonríe cuando te mira a la cara, donde la mente está limpia de intoxicación mediática y la vida discurre sin el yugo del reloj mostrándose sin envolturas de condicionamiento cerebral: y simplificarlo todo.
Una sociedad sana es la que se conduce bien con unas pocas reglas. Nada más. El resto lo debería poner el sentido común heredado de nuestros ancestros. El problema es que hemos regularizado todo comportamiento individual y colectivo con tantas leyes, que ya no sabemos distinguir entre el bien y el mal.

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