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miércoles, 5 de mayo de 2010

· Intromisión

El colmo del intervencionismo del estado en la vida privada de los ciudadanos, no es la propaganda descarada, el buen rollito que se ha extendido como una lacra, no es ya ni siquiera el afán de regularlo todo a base de leyes y normativas para lo más nimio en cuestiones donde sólo sería necesario el sentido común. El colmo de meter las narices en los ámbitos de intimidad, es cuando te quieren coartar la imaginación a través de poner al comité de censura suprimiendo los cuentos y la raíz de su perspectiva histórica que nuestros padres de la patria parecen no querer ver.

Es como si quisiéramos prescindir de Shakespeare por la visión que da de los judios en "el mercader de Venecia". O de el Quijote por como aparecen tratados los moriscos.
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Hay una moral individual, y una moral colectiva. En lo que no se debe caer es que la moral colectiva la regule el estado.
Si para dirimir un problema moral hay que consultar la normativa vigente…, apañados vamos.

La moral colectiva nace de unas convicciones fruto de una educación en el que la base ha sido el respeto al prójimo, los derechos humanos (que lo contemplan) y el civismo necesario para conducirse honesta y correctamente por la vida (añadan ustedes algún matiz si lo creen oportuno).

Si se deja al estado como administrador de la moral, en ausencia de éste (cosa siempre probable en situaciones de desastres, guerras,…), actuaremos como animales ya que sólo nos reprimirá el miedo a la sanción.

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